Felix Trull: la opípara mesa del creyente


La mesa del creyente está siempre bien provista de todo lo que precisa para una buena vida: néctar y ambrosía.

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Tomad y comed y bebed: fe y más fe, que no otra cosa necesitáis para sentiros saciados como los santos.

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Pan del Cielo, vino de Su sangre; la verdad de Sus labios y la luz de Sus ojos. ¿Y aún echas algo en falta, des-gracia-do?

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Frente a los pecados banales de la queja y la exigencia perpetua, las virtudes preclaras del contento y la conformidad.

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Pide mucho, y morirás de hambre. No esperes nada, y te saciarás.

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"Estómago" y "agradecido" son dos palabras que no pueden aparecer unidas en ningún caso: es la gratitud un don demasiado excelso como para que pueda ser ejercida en una materia tan perruna como la gástrica.

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Más allá del bien y del mal sólo están Dios... y los enajenados, es decir: el Supremo Juez y los que no pueden ser juzgados.

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Ahormarse a la pauta celestial para trascender la errancia terrestre: no hay otro camino (y menos aún, el que se hace al andar).

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Cuando la veneras por sí misma, la materia te degrada, pero si lo haces como medio para acceder a una comunicación trascendente... la y te redimes.

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El que no cree en Ti, se arrastra aunque no lo sepa... pero el que no cree en nada, se hunde y pena. Por eso la ciencia se ha convertido en una nueva iglesia.

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La fe que se ciñe a las pruebas de su eficacia, no es digna de ese nombre.

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Creo porque no veo: creo para ver.

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La fe es un estado del espíritu; del mismo modo que un cuerpo puede estar seco o mojado, el alma ha de optar entre vivir en las tinieblas o hacia la luz, cayendo o levitando.

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Vivir en la fe: sentirse ancho por dentro.

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Creyente: ascendente.





En Speculum reunimos textos e imágenes de la tradición occidental
desde una perspectiva abiertamente cristiana
con el propósito de contribuir a su mejor conocimiento,
en la convicción de que el saber es el mejor camino hacia la fe.



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Edita: Libros al Albur